“Sedentarismo cognitivo” por la IA y redes adictivas como la cocaína: los riesgos para el cerebro, según un experto

El uso desmedido de la IA puede ocasionar pérdida de habilidades mentales, dice Diego Slezak, doctor en Ciencias de la Computación y experto en IA.
De la mano del crecimiento de las prestaciones que ofrece la Inteligencia Artificial (IA), que parece solucionar un número cada vez mayor de cuestiones; se incrementan, también, las advertencias respecto a los riesgos de derivar en ella tareas que requieren un esfuerzo cognitivo, y que sí cumplen un rol fundamental para nuestro cerebro.
Hace unos meses, en esta sección hablábamos del concepto de "deuda cognitiva", a raíz del estudio titulado "Tu cerebro en Chat GPT: Acumulación de deuda cognitiva al usar un asistente de IA para la redacción de ensayos".
En el artículo se explicaba que, de la misma manera que hoy hacemos ejercicio para compensar las largas horas que pasamos sin movernos, si uno se entrega a las bondades de la IA ciegamente, en unos años probablemente debamos hacer lo propio con un cerebro que de apoco pierde habilidades porque deriva tareas relevantes.
Ahora, llegó el turno de hablar directamente de sedentarismo cognitivo asociado a la IA, de la mano de Diego Fernández Slezak, doctor en Ciencias de la Computación y experto en IA, director del Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA (donde también es docente).
El término, dice, fue tomado del Artificial, el libro de Mariano Sigman y Santiago Bilinkis, quienes describen cómo el uso excesivo de herramientas tecnológicas -no solo IA- puede "desentrenarnos" de habilidades que, si no las practicamos, simplemente se pierden.
— A medida que fue avanzando la tecnología, fuimos delegando muchas tareas: la calculadora nos evita hacer cálculos matemáticos, el GPS pensar las rutas posibles, y ya no recordamos teléfonos porque están agendados en el celular. ¿Por qué deberíamos preocuparnos ahora?
— Está claro que desde que existen los fósforos y los encendedores, la mayoría ya no supo encender un fuego en una situación extrema, algo que hace miles de años era una habilidad básica. Cuando dejamos de ejercitar una capacidad, esa capacidad se degrada. No es algo exclusivo de la tecnología digital: ocurre con cualquier destreza que se deja de usar.
El tema es que, hasta ahora, todo lo que delegábamos eran tareas que hoy día no necesariamente hacen falta: saber orientarse sin GPS, hacer cuentas sin calculadora, encender un fuego. Se trata de habilidades útiles, pero no imprescindibles.
Y además, por el ejemplo de los cálculos, es cierto que la calculadora lo hace más rápido, pero la habilidad de hacer cuentas, si aprendimos las tablas, no se pierde.
La diferencia con la IA es que interviene desde el momento en que empezamos a usar el lenguaje. Un chico de seis años que recién aprende a leer y escribir ya puede resolver casi cualquier cosa con IA, que reemplaza prácticamente cualquier cosa que queramos hacer. Es decir, ni siquiera llegamos a aprender o a consolidar una habilidad antes de delegarla. Y ahí es donde el concepto de "sedentarismo cognitivo" cobra una particular relevancia.
—¿Son entonces los niños que se están alfabetizando quienes más riesgo tienen de perder habilidades? ¿O también los adultos?
—Los más vulnerables son quienes aún no consolidaron esas habilidades: estudiantes de primaria, secundaria e incluso de los primeros años universitarios, dado que son quienes no van a terminar de afianzar esas capacidades cognitivas antes de pasar a delegárselas a la IA.
Los adultos ya tenemos desarrollado el cálculo mental sin calculadora, la capacidad de resumir un texto, o de aprender un segundo idioma. Si dejamos de practicar, nos volvemos más lentos, sí, pero podemos recuperar la habilidad porque ya la adquirimos, porque son herramientas que ya aprendimos.
Los chicos no. Si aprenden algo y enseguida lo delegan a la IA, esa capacidad nunca se fortalece realmente.
— Hoy día existe la traducción automática y en tiempo real de otro idioma, pero sabemos la importancia del bilingüismo, de hecho, hace poco un estudio vinculó el hecho de hablar varios idiomas con un retraso del deterioro relacionado con la edad...
—Aprender un segundo idioma no solo sirve para comunicarse: desarrolla habilidades cognitivas profundas. El bilingüismo modifica las conexiones cerebrales, vuelve al cerebro más flexible y adaptable.
Quienes son bilingües de chicos tienen un desarrollo cognitivo que brinda ventajas para cuestiones no necesariamente vinculadas al lenguaje. Por eso insisto: la importancia del inglés, o de cualquier otro idioma, no es solo lingüística. Es cognitiva.
— Es evidente que tampoco se le puede dar la espalda a la IA, ¿cómo encontrar un equilibrio y ejercer un uso responsable de estas herramientas sin que nos quiten habilidades valiosas?
— El primer camino es en la escuela: incorporar la IA, sí, pero tratando de formar a los niños como futuros trabajadores. Es decir, usar estas herramientas para determinadas actividades, pero definir con claridad qué habilidades deben aprenderse sin ella. Y revisar el sistema de evaluación, de manera tal que no dependa simplemente de darle un prompt a Chat GPT.
Yo estoy absolutamente a favor de incorporar esta tecnología, es algo fundamental. Pero también siendo criterioso y consciente de que hay algunas habilidades que debemos aprender independientemente de ella. Entonces, deberíamos hacerlo de manera tal, que las habilidades no dejen de ser aprendidas.
Y para mí, el bilingüismo es una de ellas. Debemos concientizar respecto a la importancia de aprender un segundo idioma, y adquirir esa flexibilidad. Un segundo lenguaje no necesariamente es otro idioma: lo mismo podría aplicarse al aprendizaje de la programación, que también funciona como un "segundo idioma".
Por último, no caer en sedentarismo. Nos mandan los médicos a hacer ejercicio porque no nos movemos, pero hace 100 años esto no pasaba. Dentro de unos años nos van a mandar a ejercitar la parte cognitiva, porque la IA va a hacer que nos de pereza hacer cada vez más cosas
Podemos usar Waze todos los días, pero de vez en cuando hay que apagarlo y orientarnos solos, aunque nos lleve 5 minutos más. Salir del modo automático y adoptar un uso criterioso.
— Los caminos que planteas van por el lado de la concientización. ¿Tenemos a mano una herramienta que no sabemos bien cómo manejar?
— Una analogía que yo uso a veces es la de los cigarrillos. Cuando en los 90 yo jugaba con los autitos, éstos tenían propagandas de cigarrillos como si fueran algo inocuo.
El cigarrillo no se prohibió, pero sí se hizo una campaña muy fuerte contando lo mal que hace. Y hoy la gente fuma muchísimo menos.
Con estas tecnologías pasa algo parecido: no se trata de prohibir, sino de advertir. Quizás en un futuro tengamos "restaurantes libres de celulares", así como hoy hay espacios libres de humo. No para retroceder tecnológicamente, sino para recuperar la interacción cara a cara.
— Pareciera que quienes fuimos "analógicos" tenemos una suerte de responsabilidad respecto a una función de advertencia en este sentido. ¿Qué va a pasar cuando esa mirada ya no esté?
— Para ser optimista, si uno observa los últimos años, hay una leve tendencia al repliegue: menos uso y exposición en redes, más búsqueda de intimidad, menos citas por apps. Hay una especie de hartazgo. Quizás ese movimiento se acelere y no demore décadas como ocurrió con el tabaco.
—¿Cuáles son las habilidades cognitivas más relevantes que corren más riesgo de perderse?
—Una central es la creatividad frente a la página en blanco. Antes, cuando programábamos o escribíamos, había que comenzar desde cero. A mi me decían que había que resolver un problema y arrancaba desde la página en blanco, hacía unos garabatos con lápiz y papel de cuál era mi diseño de programa para resolverlo. Después empezaba a programar, y cuando tenía una duda iba a los manuales.
Hoy jamás arrancamos en cero: le pedimos a la IA que genere un primer borrador. Eso ahorra tiempo, pero elimina el ejercicio mental de crear desde la nada. Estar una o dos horas sentado pensando. La habilidad de la creatividad y el despliegue de ideas es una de las principales habilidades cognitivas que estamos perdiendo, en medio de esta ansiedad que nos da tener la página en blanco.
— Creo que es lo mismo que ocurre con los chicos y el aburrimiento: pareciera que estar aburridos mirando el techo no existe. Y el aburrimiento es un buen motor creativo..
— Es lo que nos ocurre a los adultos, que ya no tenemos momentos de mente en blanco. Siempre llenamos los huecos con el celular. Instagram, LinkedIn, Whatsapp, los grupos, X; el flujo de información es infinito y desplaza cualquier espacio de ocio real.
— Pareciera que ni siquiera decidimos dejar de aburrirnos: lo resignamos sin darnos cuenta, no parece ser una decisión consciente.
— Creo que el secreto es ese: el camino es la concientización extrema. Debemos entender cómo funcionan estas tecnologías. Las redes sociales están diseñadas con conocimiento neurocientífico para activar circuitos de recompensa, dependencia y ansiedad. Eso está estudiado, el circuito dopamínico en el que te muestran contenido.
Está absolutamente diseñado para que sea adictivo, tanto como la cocaína. Digámoslo con todas las letras. Los circuitos que se activan son los mismos. Entonces, cuando uses el celular de esa manera, sabé que estás consumiendo estupefacientes.
Vamos por la libertad de acción de las personas, pero que sea consciente y no ingenuo.
—¿Estos usos ya generan cambios en el cerebro?
—No a nivel estructural, pero sí en la activación de los circuitos primitivos de nuestro cerebro, que son recompensa, ansiedad, que tienen un objetivo evolutivo de alerta, protección y supervivencia. Si comparás a alguien que vive en un entorno natural, con bajo estímulo digital, con alguien que vive en la gran urbe conectado 24/7, las estadísticas de activación de los circuitos de recompensa y ansiedad son muy distintas que alguien que vive en el campo cosechando tomates.
—¿Te preocupa lo que pueda ocurrir en 20 años si seguimos usando estas herramientas de manera acrítica?
—Sí. Me preocupa el uso acrítico, el uso desmedido. La tecnología hay que incorporarla, pero sabiendo qué cedemos cada vez que delegamos algo: sepamos qué habilidades estamos cediendo, cuándo cederlas, y elijamos no cederla cada tanto.
Conozco gente que ya practica "domingos sin pantallas": apagan el celular cuando se despiertan ese día, y si vos los contactás sabés que ese día no responde. Si quieren leer el diario, lo compran o lo leen en la computadora y la cierran. No se trata de aislarse, sino de elegir. Para mí, ese es el camino: uso medido, pero sobre todo, consciente.
