Porqué tus sesiones de fuerza no deben superar nunca los 90 minutos

Las sesiones prolongadas de esta duración pueden provocar niveles elevados de cortisol, la hormona del estrés.
No sólo cuentan los ejercicios que hacemos. O cómo combinamos el entrenamiento de la fuerza con el cardiovascular. También cuenta (y mucho) la duración de nuestro entrenamiento de fuerza. La clave es lograr el equilibrio entre el estímulo que provocamos para el crecimiento muscular y el aumento de la fuerza (aprovechando al máximo la respuesta de testosterona) pero sin sobrecargar al cuerpo. Según los útimos estudios realizados por los investigadores, ese punto de equilibrio estaría en los 50 minutos.
¿A partir de que momento puede ser ya perjudicial? El límite estaría en los 90 minutos. Las sesiones prolongadas de esta duración pueden provocar niveles elevados de cortisol, la hormona del estrés, que pueden interferir en la síntesis de proteínas musculares y favorecer la degradación muscular, que es lo contrario de lo que buscamos. Y aunque el cortisol no es necesariamente malo, puesto que desempeña un papel fundamental en la regulación de la energía durante el entrenamiento, unos niveles excesivos pueden ser contraproducentes. Unos niveles elevados de cortisol pueden ralentizar el proceso de reparación y recuperación muscular, lo que puede dar lugar al catabolismo muscular. Esto ocurre, sobre todo, durante sesiones de fuerza prolongadas o demasiado intensas.