Los padres no están consiguiendo que sus hijos no engorden: la alerta de los expertos sobre la obesidad infantil

En el mundo hay unos 37 millones de niños menores de cinco años que sufren sobrepeso u obesidad.
La obesidad se ha convertido en un gran problema de salud pública y no solo en lugares como en Estados Unidos, sino que también alcanza a Europa. Afecta a todas las edades, también a los más pequeños. Recientemente, se ha publicado un estudio de UNICEF en el que se pone de manifiesto que el índice de obesidad infantil supera por primera vez al bajo peso a nivel mundial. Si se pone el foco en los menores de cinco años, son unos 37 millones de personas los que viven con sobrepeso u obesidad. Todo esto conlleva ciertos riesgos: desarrollar en un futuro resistencia a la insulina, hipertensión arterial y otras patologías como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y cáncer. Ante esta situación, son muchas las medidas que se ponen sobre la mesa para intentar prevenirla y los expertos coinciden en la relevancia de intervenir lo antes posible. Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un enfoque a lo largo de la vida para reducir el riesgo, comenzando desde el embarazo.
Como consecuencia, muchos gobiernos han propuesto programas centrados en los padres, con actividades como clases comunitarias, visitas domiciliarias o correos electrónicos con información. Sin embargo, un metanálisis publicado en The Lancet revela que los programas que se imparten hasta los 12 meses de edad son insuficientes para mejorar el índice de masa corporal (IMC) a los dos años de edad.
Se trata del estudio más grande publicado hasta la fecha, donde se recoge la información de 17 ensayos de 10 países que incluyeron a más de 9.000 niños. Kylie Hunter, autora principal del estudio que ejerce en la Universidad de Sídney (Australia), afirma que la obesidad se debe en gran medida a factores ambientales y socioeconómicos que las personas no pueden modificar. Es por ello que, aunque los padres desempeñan un papel fundamental, el estudio concluye que no se puede esperar que reduzcan los niveles de obesidad infantil por sí solos.
Por tanto, los científicos aseguran que se necesita una acción "más amplia y coordinada" en toda la sociedad para facilitar las opciones más saludables para todos, independientemente de donde vivan. Algunas medidas que se podrían sumar son mejorar la asequibilidad de los alimentos saludables, aumentar el acceso a espacios verdes y regular la publicidad de alimentos poco saludables. Franco Sassi, director del Centro de Economía Sanitaria e Innovación Política del Imperial Business School, considera que esta revisión llega a la "conclusión correcta" de que se necesitan más intervenciones en los entornos alimentarios y de actividad física en la que viven los niños y las familias jóvenes, una "condición clave" para lograr un cambio "a gran escala". Sin embargo, insiste a SMC en que no deben descartarse las intervenciones conductuales en las familias con mayor riesgo de obesidad infantil tempranas.
Por tanto, no es que no funcionen, es que son insuficientes. La consejera técnica en la subdirección general de Prevención y Promoción de la Salud, Madrid Salud, Mercedes Martínez Cortés incide a SMC que es importante "no extralimitar esta conclusión y convertirla en decisión". "Es necesario investigar cómo mejorarlas, incorporando nuevas metodologías de intervención psicosocial o dirigiéndolas a otros segmentos de edad y sistematizando las intervenciones para facilitar su evaluación", detalla a SMC.
Las conclusiones obtenidas en este trabajo también pueden ser extrapolables a nuestro país. Varios investigadores independientes así lo confirman. "Para este metaanálisis en concreto y debido a la globalización que ha existido a nivel mundial en las últimas décadas, creemos que los resultados serían también similares en España", asegura Santi F. Gómez, miembro del CIBER de Epidemiología y Salud Pública, a esta agencia.
¿Por qué no funcionan solas?
Anna Lene Seidler, otra de las autoras de este trabajo y que ejerce en la Universidad de Rostock, comenta que detrás de que estos programas no sean eficaces hay varias explicaciones. En primer lugar, insiste en que el primer año de vida de un niño puede ser "abrumador y estresante" para los padres, lo que les limita la capacidad de participar plenamente en los cambios de comportamiento. "Una vez que los niños se integran en entornos sociales más amplios, como la guardería y la escuela, puede ser más eficaz", asegura.
En segundo lugar, afirma que las familias más afectadas por la obesidad infantil, que muchas veces son también los grupos socioeconómicos más bajos, son las que tienen menos posibilidades de acceder a los programas de atención temprana para padres. "A menudo, simplemente carecen de los recursos o el tiempo para asistir y adherirse a estos programas, especialmente en la actual crisis del costo de la vida. Los cambios a nivel de políticas destinados a crear entornos más saludables para todos los niños tienen más probabilidades de llegar a estas familias", concluye.
