Fatiga mental: qué es, por qué ocurre y cómo darle al cerebro una razón para seguir

02.09.2025

Nuestro cerebro consume la misma cantidad de energía, ya sea que estemos soñando despierto o haciendo un examen. Entonces, ¿por qué experimentamos fatiga mental?

Alguna vez te has sentido tan agotado mentalmente que notas como si tu cerebro gritara "¡Basta!"? La fatiga mental no es solo cansancio: es un aviso del cerebro de que ha perdido el rumbo. Se trata de un fenómeno cada vez más estudiado y que, según recientes investigaciones, tiene causas muy concretas… y soluciones posibles. Pero, ¿por qué el cerebro decide rendirse? Y lo más importante: ¿se puede entrenar para seguir adelante cuando todo en tu mente te dice "hasta aquí he llegado"?

La fatiga mental es la disminución progresiva de la capacidad de concentración, motivación y rendimiento cognitivo tras períodos prolongados de esfuerzo intelectual. No es lo mismo que estar aburrido o desmotivado: es un estado real, medible en el cerebro, y afecta directamente nuestras decisiones.

Según un estudio conjunto de la Universidad Johns Hopkins y el Instituto Kennedy Krieger (publicado en la revista The Journal of Neuroscience), cuando experimentamos fatiga mental, dos regiones cerebrales clave se activan intensamente: la ínsula derecha, asociada a las sensaciones internas como el agotamiento y el malestar, y la corteza prefrontal dorsolateral, vinculada al control ejecutivo y la memoria de trabajo. Ambas áreas, al aumentar su comunicación durante el cansancio, parecen actuar una especie de centro de decisiones que valora si vale la pena seguir gastando energía mental… o rendirse.

Durante los experimentos, los participantes, que eran 18 mujeres y 10 adultos jóvenes y sanos, tenían que realizar tareas de memoria cada vez más difíciles, mientras se les ofrecían pagos entre uno y ocho dólares por completarlas. Cuanto más difícil la tarea, mayor era el pago. ¿El resultado? Cuando la recompensa económica era elevada, la motivación superaba al agotamiento.

El sistema de recompensas

Esto sugiere que el cerebro evalúa constantemente si el esfuerzo vale la pena. En otras palabras: no nos rendimos porque estemos vacíos de energía, sino porque nuestro sistema de recompensas decide que continuar ya no compensa. Se trata de uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio; en esencia que, incluso en plena fatiga, los voluntarios estaban dispuestos a seguir esforzándose si la recompensa era lo suficientemente alta.

"Nuestro laboratorio se centra en cómo [nuestras mentes] generan valor por el esfuerzo", afirma Vikram Chib, profesor asociado de ingeniería biomédica en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, investigador científico del Instituto Kennedy Krieger y coautor del trabajo. "Entendemos menos sobre la biología de las tareas cognitivas, incluyendo la memoria y el recuerdo, que sobre las tareas físicas, a pesar de que ambas implican mucho esfuerzo".

Es decir, durante la fatiga, puede existir una desconexión entre lo que sentimos (agotamiento) y lo que realmente somos capaces de hacer. El cerebro podría estar sobredimensionando el esfuerzo necesario o subestimando su capacidad real. Esta brecha entre percepción y realidad podría ser clave para entender por qué, en estados como la depresión o el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la fatiga mental se convierte en un obstáculo muy difícil de superar. Su sistema de valoración del esfuerzo estaría alterado, según estos hallazgos.

Dándole al cerebro un motivo para seguir

  • Define recompensas claras y significativas: el cerebro necesita una razón concreta para seguir, ya sea una meta personal o un descanso programado
  • Aplica descansos estratégicos (no solo pausas pasivas)
  • Los descansos cortos que implican desconexión total (respirar, salir a caminar, escuchar música) ayudan a "reiniciar" el circuito prefrontal-insular. Así que lo que no debemos hacer es utilizar esas paradas para seguir consumiendo información (redes sociales, por ejemplo). Hay que desconectar de verdad.
  • Descompón tareas en pasos pequeños: el cerebro valora mejor los esfuerzos cuando los percibe como alcanzables. Es la mejor forma de llegar al objetivo.
  • Entrena el diálogo interno: la forma en que nos hablamos influye directamente en cómo interpretamos nuestro esfuerzo.
  • Explora técnicas de activación: La motivación y la dopamina van de la mano, así que practicar actividades como el ejercicio físico o el contacto social positivo nos ayudarán a restaurar esa química cerebral que impulsa el esfuerzo.